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  • Foto del escritorIngrid Usuga

Una pasión: una vida entera. Billy Elliot de Stephen Daldry

Una pasión: una vida entera


Cualquier día, mientras Billy estaba practicando sus clases de boxeo, aburrido y un poco frustrado -como siempre- mientras entrena, empieza a fijarse mucho en lo que hacen las niñas en un salón contiguo. Ellas están bailando con tutú y zapatillas, y su profesora es la señora Wilkinson (interpretada por Julie Walters). La curiosidad lo cautiva y a medida que pasan los días se acerca un poco más a ellas. Billy (interpretado por Jamie Bell) tiene once años y vive en el condado de Durham en Inglaterra. Es 1984 –son los años de Margaret Thatcher- y en ese momento había huelga de mineros y existían muchos enfrentamientos entre ellos y los policías. Su padre y su hermano mayor eran mineros, y su abuela, que sufre de Alzheimer, en algún momento de su vida quiso ser bailarina de Ballet.


Billy sabía que a nadie de su familia le gustaría que él practicara esa actividad, porque era considerado solo para niñas u homosexuales. Pero él sentía que bailar era más que estereotipos o prejuicios, de hecho, él se no cuestionaba el por qué de su gusto por bailar; Billy solo sabía que era feliz bailando, que encontraba un poco de paz, él simplemente quería dejarse llevar por los movimientos que su joven cuerpo quería crear o por la música que potenciaba su sensibilidad expresiva. Él se sentía bien y eso estaba bien.

“No quiero niñez. Quiero ser bailarín de ballet”, decía Billy Elliot cuando estaba siendo ridiculizado por su familia. Por el solo hecho de haber dicho esto, la película toma en ese instante un tono completamente “decidido”, de asunto vital. Un ritmo narrativo en el que ya no es Billy el que intenta bailar o el que quiere aprender, sino que ya es un ser que le está entregando su vida a una pasión, le está entregando su esencia, su risa, su diversión: su infancia. Y sí, confía a ojos cerrados que ese es su destino. Se deja llevar completamente por lo que su pequeño corazón le está diciendo con tanta fuerza. Y no es solo Billy quien ha dado su vida a una pasión desde pequeño, él es una representación de todos aquellos artistas o deportistas que nacen para amar algo eternamente.

Es impresionante la sensibilidad con la que este filme nos muestra a cada uno de los personajes: me voy a centrar específicamente en la abuela, su inocencia, su mirada (a pesar de su enfermedad), es el reflejo no solo de la honestidad de un alma que ya está marchitándose, sino de la expresión de ese amor con el que anheló también ser bailarina y que ahora, sin memoria, potencia más ese sueño que no se convirtió en realidad. Este personaje lo considero una prioridad en este relato. Casi que es el testimonio perfecto de los vestigios de una esperanza juvenil que perdura en la existencia. Y aquí quiero compartir, a propósito, la noticia reciente que hubo sobre la española Marta C. González, quién fue la primera bailarina de ballet de Nueva York en 1967 y quien sufrió también de Alzheimer. Un video se difundió en redes sociales mientras ella aparece bailando espontáneamente “El lago de los cisnes” al escuchar la composición. La memoria musical y la emocional son unas de las últimas en ser “borradas” de la mente por esta enfermedad. Así que podría haber una unión argumentativa aquí sobre lo que es el ballet explicado en dos personajes: Un Billy joven que baila con todos sus sentidos despiertos, y una abuela en la que perdura esa misma ilusión, aunque esté sin memoria.

La plasticidad que tiene el ritmo de la película para llevarnos de un estado de ánimo a otro es alucinante: se puede pasar de un momento de tensión a uno divertido, y, repentinamente (apoyándose en la banda sonora), a uno extremadamente dramático y profundo. Es como si a pesar de que la historia de Billy no fuera la más feliz que puede tener un niño, todo el tiempo a ese niño lo quisieran reflejar no solo a través de sus gestos o su baile, sino a través de un montaje paralelamente genuino, tierno y divertido como lo es él.


Cabe resaltar también que esta es una película que no juzga a sus personajes y que nunca se interesó por dar explicaciones sobre las preferencias sexuales de Billy, al fin y al cabo, este no era el mensaje que querían mostrar, pero quizá sí era uno de los más “escandalosos” para la época. Su director le dio mucho respeto al desarrollo de cada individuo partícipe en la historia. ¿Por qué 20 años después del estreno de Billy Elliot nos toca tan poderosamente? La respuesta podría ser contundente fácil: porque algo que se siente desde siempre perdura en el tiempo, porque una gran obra como esta perdurará por siempre. “Una bailarina siempre será una bailarina” señala la publicación de la asociación estadounidense contra el Alzhéimer.


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©Ingrid Úsuga

Crítica de cine y nadadora artística profesional

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