Lealtad, valentía y verdad
La pandemia de covid19 aplazó los planes del estreno de Mulán en los cines del mundo y obligó a la empresa a exhibirla directamente a finales de septiembre en su propia plataforma de streaming, Disney+. Podría considerarlo un infortunio debido a que el largometraje tiene escenas de acción de gran espectacularidad que se hubieran beneficiado de la pantalla grande. Pero las cosas son como son y por eso Mulán acabó en los hogares y no en los cines, indicando hacia donde se moverá la distribución de las películas en el futuro.
Algo chocó conmigo al ver Mulán (2020), la segunda película de Disney dirigida por una mujer, en este caso Niki Caro. Sentí que le hacía falta algo, contenido y personajes que había visto en la versión animada de Mulán (1998) dirigida por los estadounidenses Tony Bancroft y Barry Cook. A pesar de que ambas versiones conservan la misma temática de una mujer que decide reclutarse (haciéndose pasar por hombre) en el ejército chino para evitar que su padre viejo y enfermo debiera hacerlo, la película animada se enfocaba en una chica que quería descubrir su valor, detrás de su torpeza y timidez; por el contrario, en la versión 2020 Mulán desde su infancia demuestra su talento innato de heroína, con un “chi” extremadamente poderoso (es la energía interior que todos tenemos, pero que no todos desarrollan de igual manera).
Esta versión no posee las canciones representativas de la versión animada ni los personajes Mushu, un dragón escogido por sus ancestros familiares, y Cri-Kee, un grillo que da suerte. Es verdad que la versión live action no tiene por qué tener unas características idénticas, ni tiene por qué ser un remake de otra. Es verdad también, que aparecieron nuevos personajes en este filme y que definitivamente se trató de contar desde otro punto de vista y quizá uno más épico. Pero, definitivamente, no logró alcanzar la profundidad y empatía que una película animada como Mulán nos había dejado años atrás. El personaje se convierte en plano, a pesar de querer basarse en conflictos internos de ella en los que debe ser honesta consigo misma y con el mundo entero para poder aprovechar su poder al máximo.
Esta película tiene todos los elementos típicos de los relatos de la formación del héroe: la negativa de la familia, las circunstancias adversas, las pruebas de iniciación, los ritos de crecimiento, el enfrentamiento con su lado negativo u oscuro, la caída, la redención, el éxito. Todo está acá, perfectamente insertado en un guion diseñado para atraer a todos los públicos, tal como Disney nos tiene acostumbrados.
Mulán (interpretada por la actriz china Yifei Liu) es el nuevo tipo de heroína emancipada que estos tiempos exige. Nada de dependencias emocionales, nada de romanticismo, nada de fragilidades afectivas. Mulán está hecha para demostrarle a las niñas, a las jóvenes y a las mujeres que no hay príncipe azul alguno que vaya a ir a rescatarlas, que ellas mismas son las llamadas a salvarse gracias a su inteligencia y su valor. El mensaje es claro: ya los esquemas de príncipe encantado que defiende a una princesa tan delicada como inútil, están superados.
Lo que no está superada es esa sensación que tengo de que está historia perdió mística y candor en el proceso de convertirla en un filme de acción.
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©Ingrid Úsuga
Crítica de cine y nadadora artística profesional
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