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Foto del escritorIngrid Usuga

Sueños hechos culpa: Atleta A, de Bonni Cohen y Jon Shenk.

Sueños hechos culpa

No sabía por dónde empezar. Fueron tantos sentimientos y emociones encontradas que opté, simplemente, por una espontaneidad que es tan honesta como atemorizada. Siento que al hablar de Atleta A (Athete A, 2020) soy yo la que se está exponiendo, siento miedo por lo que yo misma pueda escribir, siento un vacío interior, hasta culpa siento. ¿Por qué tan fuerte? A los tres años comencé a nadar y fui nadadora artística desde los seis años. Sí, fui deportista élite y sí, también entrenaba seis, siete, diez horas o más si era necesario, para cumplir un sueño, mi sueño de ser una nadadora, una campeona, una artista, una deportista; con las ansias de colgarme una medalla, el orgullo de representar un club, una región, un país… Eso, exactamente eso era lo que me llenaba el alma, ese era mi día a día, mi prioridad -hasta por encima de mí-.

Atleta A es un documental estadounidense que expone los abusos sexuales a los que fueron sometidas muchas niñas y jóvenes gimnastas (alrededor de trecientas durante dos décadas), a manos del médico Larry Nassar, miembro de la Federación de Gimnasia de EE.UU. en el que también participaron otros miembros y entrenadores… Pero, ¿por qué duraron tanto tiempo estos abusos? ¿Por qué nadie los denunció? ¿o eso fue lo que nos hicieron creer?

El escándalo de la denuncia que hizo la deportista Maggie Nichols en el año 2015 contra Larry, la dejó por fuera de los juegos olímpicos del año 2016. lo que no ocurrió con otras denuncias que hubo antes y después de esta fecha, debido a que no salieron a la luz, quedaron en silencio, siempre permanecieron en que “se las iba a investigar internamente” pero nunca pasó nada. No es casualidad que Steve Penny, un especialista en marketing fuera el presidente y director ejecutivo de USA Gymnastics desde el 4 de abril del 2005 al 16 de marzo de 2017. Claramente, los rostros de estas niñas, que se traducían en sus medallas, sus logros y sus campeonatos, se habían convertido en la imagen de una sociedad que quería vender “salud”, “orgullo”, “posicionamiento” y “poder” a nivel mundial. Por esto, tantas empresas querían aliarse con USA Gymmnastic y Steve Penny no lo iba a desaprovechar, no iba a perder los millones que vendrían con este tipo de asociaciones.

Estas niñas ahora eran un objeto para construir una imagen que vendía. Estas niñas estaban siendo manipuladas y entrenadas para ser “perfectas” y, además, utilizadas como objeto de placer durante su proceso. Obviamente ellas no se daban cuenta, simplemente, una con su mente tan enfocada en un sueño, con su corazón mirando hacia una sola dirección, con su voluntad en pro de lograr bailar, danzar, brincar, hacer figuras… hacía lo que fuera, arriesgaba todo, soportaba cualquier dolor, se sometía a cualquier situación impuesta, porque una sabe que lo único importante es lograr ser como la chica que aparece en los cereales, en los carteles de las carreteras, en la marca de yogures o dulces favoritos… o como en mi caso, en la sirenita que veía en las películas y que repetía y repetía tantas veces fuera necesario, porque creía que algún día lograría ser como ella.


No culpo a ninguna de estas niñas el haber resistido, aguantado, soportado tanto, tantísimo. Yo no fui abusada sexualmente, pero sí me llegué a sentir muy vulnerada, débil y golpeada psicológicamente por quienes estaban con poder sobre mí, sobre quienes sentían que podían jugar con mis sueños, con “mi puesto titular”. El resultado siempre será que nosotras, el producto de una “marca deportiva” seremos las afectadas: culpables por tener mucha hambre y no poder comer porque “no estás en tu peso”, culpables de sentirnos que no somos lo suficientemente fuertes para ser parte de una selección porque estamos exhaustas y con dolor en todo el cuerpo. No las culpo por querer ser perfectas, yo también lo quise ser.

“Y diría que el método estándar de entrenamiento en la gimnasia de élite era la crueldad. Era el método aceptado. Podías ser tan cruel como fuera necesario para obtener lo que necesitabas de tu gimnasta”- decía Jennifer Sey una de las gimnastas olímpicas que denunció a Larry Nassar. Por este tipo de declaraciones y revelaciones este documental es tan valioso, tan lleno de fortaleza y honestidad social. El violador no es el único responsable en este gran juego de intereses. No señalaría únicamente a un hombre enfermo por tener sexo con niñas. No. El culpable es el sistema que está dañando física y mental a unas niñas. Los responsables de estas agresiones no son solo los hombres que abusan de mujeres, porque había mujeres dentro de la organización que sabían que estos actos estaban ocurriendo y que aún así, no hicieron nada, para no ser sacadas del sistema.

No considero esta película como un documental de género, porque no sería justo abalanzarse contra uno o varios hombres cuando hay mujeres cómplices y que, además, aprueban este tipo de conductas. El abuso de poderes y de intereses no los podemos ver solo desde el lado en que los hombres deben ser excluidos y denigrados. Yo fui atleta de un deporte mayoritariamente femenino y sé que la competencia entre nosotras es tan fuerte que hay lesiones que no necesitan ser sexuales ni cometidas por un hombre para generar heridas tan profundas que solo se sanan con el tiempo.

Mis aplausos para estas mujeres y niñas que por fin fueron capaces de hablar, capaces de enfrentar este sistema de poder que las hace sentir diminutas y atemorizadas. Esta vez no solo para destapar las actividades de un abusador sexual -que representaba la punta del iceberg- sino para desplomar una montaña entera que muchas personas estaban sosteniendo.

Insisto, una niña casi siempre va a someterse a lo que “los grandes” le digan, solo porque cree en ellos ciegamente, y porque tiene una motivación interior tan fuerte que hace lo que sea por lograrlo. La reflexión es, después de haberse derrumbado por completo un método de abuso infantil, ¿seguirá siendo igual el próximo? ¿cuáles serán ahora las estrategias para sacar el máximo potencial de un atleta? ¿cómo vamos a mejorar el trato a nuestros deportistas? ¿cómo vamos a hacerlos sentir más y no menos? ¿cómo vamos a hacerlos ver su luz más que su oscuridad? ¿Cómo los vamos a potenciar? ¿Cómo vamos a mostrarle el verdadero significado del amor por un deporte que conscientemente requiere de esfuerzos y responsabilidades enormes sin utilizar el maltrato físico y psicológico… y por último, ¿cómo la sociedad va a recuperar la confianza de estas niñas que quedaron heridas después de esta revelación?


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©Ingrid Úsuga

Crítica de cine y nadadora artística profesional

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