Lealtad insustituible
“Por lo general, tres personas solo guardan un secreto cuando dos de ellas están muertas”.
-Frank Sheeran.
En El irlandés (The Irishman, 2019), de Martin Scorsese, estamos frente a una confesión, frente a alguien que se abre a nosotros. Este personaje, llamado Frank Sheeran, nos cuenta desde la vejez su vida en retrospectiva, sin pretensiones (algunas veces aparece como voz en off y otras veces aparece Sheeran sentado en su asilo de ancianos). Esta manera de narrar, es más cercana, más “privada”; por eso, quienes ya tienen una idea de la historia real detrás de esta película, podrían sentir la misma sensación que tuvo el exfiscal e investigador Charles Brandt cuando Sheeran se estaba revelando completamente ante él. Sus memorias, llamadas en inglés I Heard You Paint Houses, fueron publicadas en 2004, al año siguiente de morir Sheeran, un reconocido matón de la mafia ítalo norteamericana.
No existen pruebas de que todo lo que confesó Sheeran fuese real, pero todo lo que dijo ha recibido credibilidad por parte de las autoridades norteamericanas. Sheeran (interpretado por Robert De Niro) era un camionero que se involucró en el mundo de la mafia gracias a su “mentor” Russell Bufalino (Joe Pesci). Fue este, quien lo hizo prosperar y lo involucró con el líder de sindicato de camioneros de Estados Unidos, Jimmy Hoffa (Al Pacino), convirtiéndose en su mano derecha y amigo; y además, con cuya desaparición en 1975 en la que Sheeran tuvo que ver.
En El irlandés todo comienza cuando Sheeran hace su primera confesión después de un primer largo y hermoso plano secuencia en el que la cámara llega a él mientras está sentado en su silla de ruedas en el asilo:
“Cuando era joven creía que los pintores de las casas pintaban casas.
¿Qué sabía yo?
Yo era de clase obrera. Agente de ventas de camioneros, filial 107 al sur de Filadelfia. Uno de miles de trabajos humildes. Hasta que ya no hubo más. Y entonces... entré a pintar casas… yo también.”
Pero no. Pintar casas se refería a manchar con sangre las paredes de una habitación luego del impacto de una bala en el cuerpo de alguien, como va a descubrirlo después, y a empezar a pintar casas él mismo.
La película es valiosa en su planteamiento dramático: hay un hombre debatiéndose entre dos fidelidades (la mafia y el sindicato), pero en realidad Sheeran siempre conservó la lealtad hacia Russell y a su hermandad mafiosa. Demostró lo que puede significar preservar un negocio que ahora se había convertido en la más fuerte amistad a través del tiempo. Ese fue un lazo que tuvo más poder sobre él que el de las opiniones que tuviera su familia sobre las actividades que realizaba.
El irlandés transcurre entre los años cuarenta y la primera década del siglo XXI con todos los aspectos formales (de escenografía, sonoras y musicales) requeridos para reproducir con fidelidad las diversas épocas. Esta película es la continuación de la temática que ha caracterizado a Scorsese desde siempre, con temas que tratan sobre el poder, los códigos gánsteres, las discordancias familiares, la búsqueda de la redención, la lealtad, el complimiento de palabra.
Constituida en mi opinión en una obra de arte, El irlandés es un juego armónico entre la fotografía de Rodrigo prieto, la voz en off, los silencios, la música con temas de blues, jazz, rock, la orquesta de Van Morrison… es un gusto ver, escuchar y sentir estos 210 minutos en los que tanto se nos revela, pese a provenir de un hombre que hizo del silencio el arma que mejor supo manejar en su vida.
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©Ingrid Úsuga
Crítica de cine y nadadora artística profesional
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