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Foto del escritorIngrid Usuga

Acá estoy, papá: El Padre, de Florian Zeller.

Actualizado: 13 abr 2021


Acá estoy, papá:


Anthony (interpretado por Antony Hopkins) sufre de demencia senil y nace un viernes 31 de diciembre de 1937 (la misma fecha de nacimiento del actor): esta es la única información clara que tenemos del filme, el resto, son divagaciones difusas o suposiciones que nosotros mismos como espectadores, desde afuera, le podemos dar a la narración. El padre (The Father, 2020) es una película británica inspirada en la obra de teatro “Le Père” , del dramaturgo francés Florian Zeller, que él mismo adaptó para la pantalla junto a Christopher Hampton. Esta película cuenta con seis nominaciones a los premios Óscar.


Anne (interpretada por Olivia Colman) es la hija de Anthony, a quien nos muestran desesperada por darle a su padre la mejor vida que pueda tener. Lo que vemos en el filme, no son vivencias contadas en un orden cronológico, ni siquiera en un orden lógico. Nos están mostrando la mente de Anthony: cómo siente, como ve y lo que escucha. Ya conocemos hasta su gusto musical, cuando se le traba un CD, cuando se quita sus audífonos. Vemos también cómo las imágenes, las personas y los nombres cambian; todo cambia a su alrededor sin él poder tener el más mínimo control de lo que sucede. Pareciese un alma solitaria que lucha contra sí misma, contra el mundo, contra lo que fue, contra lo que quiso ser, contra lo que cree que es, contra el tiempo…

La vejez es algo inevitable y él la está viviendo así, hiriendo a todos sus seres cercanos para demostrarse capaz y más fuerte que las circunstancias. “Todavía puedo arreglármelas solo”, “¿dónde está mi reloj’”, “¿qué hora es?”; estas son frases que se repiten constantemente en él, son su fiel compañía. Pero, también vemos rostros que cambian persona en persona constantemente; y estamos, nosotros, tan desconcertados como él, y lo queremos entender, lo queremos ayudar, aunque sentimos su testarudez. Es una lucha de supervivencia, contra su autodestrucción inconsciente. Si el cine logra conmover al público, se ha justificado todo. Este filme lo logró, podemos llorar con Anthony, podemos asustarnos con él, podemos sentirnos desconsolados como él, podemos querer suplicar por el abrazo de “mami” tanto como lo anhela él.


Ahora bien, la historia no tendría tanta fuerza y sentido sin la existencia de Anne. Ella, es una hija que tolera, una hija que lo espera, con paciencia, que lo entiende, que lo ama… que no permite que sea olvidado por el mundo. Ella, que a pesar de sus palabras desgarradoras que parecen cuchilladas, se compadece. Ella también está en una guerra interior, ella también está tratando de sobrevivir, ella también está desesperada -al igual que él- pero son dos desesperanzas diferentes. Ella lucha por aceptarlo, por verlo bien; él lucha por no enloquecerse más, por distinguir entre la realidad y las imágenes creadas por su mente.

Pero, ¿hacia dónde va este deterioro inevitable? ¿hacia un olvido lento y progresivo? ¿Será que eso significa morir? Regresar a nuestro nido, buscar a nuestras raíces, suplicar por ese abrazo de una madre que hace años se evaporó, ese calor que se fue enfriando, ese recuerdo que se fue borrando, y que ni el mismo Anthony lograba distinguir. El deterioro interior que se genera en una persona, crea repercusiones en los seres a nuestro alrededor. No hay un culpable, simplemente sucede. El amor no entiende los límites.


Les comparto acá el trailer:


https://youtu.be/GvcW2ArYpwY


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©Ingrid Úsuga

Crítica de cine y nadadora artística profesional


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